María Jesús Trigueros, directora de Cáritas de La Pañoleta / Clara Fajardo
María Jesús Trigueros, directora de Cáritas de La Pañoleta / Clara Fajardo

Para María Jesús Trigueros, directora de Cáritas del barrio de La Pañoleta en Camas, «la educación, más allá de la formación, es una herramienta para la independencia de la mujer y para su autonomía. Una emancipación que se traduce en libertad económica. Algo básico para el desarrollo de la vida de cualquier persona y la cual está todavía en pañales en muchos casos, como podemos comprobar en Cáritas».

En su labor como voluntaria y directora de Cáritas de La Pañoleta ha detectado que está teniendo lugar «cierto retroceso en el terreno de esa independencia de la mujer desde el punto de vista monetario». El paro en este barrio de Camas supera el 45%, la integración sociolaboral de muchas personas en la zona «es compleja».

En ese contexto, «la mujer es una parte muy débil del entramado social de La Pañoleta. El 70% de nuestros usuarios son mujeres y vienen a pedir ayuda para toda una familia. Además, el perfil que últimamente se está repitiendo con frecuencia es el de mujer divorciada con hijos a su cargo, sin ingresos y sin ayuda de sus parejas o ex parejas maltratadoras. Muchas de ellas, ni siquiera presentan denuncias por agresiones».

Mujer y libertad

«Mujer, independencia y libertad». Esa es la combinación de palabras que ha acompañado siempre a María Jesús Trigueros, pedagoga jubilada y ahora directora de Cáritas del barrio de La Pañoleta en Camas. Con 74 años, esta sevillana de adopción, echa la vista atrás y recuerda que «el gran reto de su generación fue conquistar la igualdad en el acceso a la educación entre hombres y mujeres». «Ahora, después de casi 50 años de combate incesante, el recorrido es evidente. Cada vez el equilibrio es mayor pero me preocupa el incremento de maltrato a la mujer».

Un equilibrio que en su juventud se anhelaba concretamente en el terreno de la participación social, cultural y política. «La vida en sociedad para la mujer se circunscribía a un entorno muy cercano, prácticamente el doméstico y sin independencia. Sin educación, era imposible eliminar esas barreras. Mi madre fue una revolucionaria de su tiempo . Decidió en los años cincuenta que sus hijos varones y hembras tenían que optar a las mismas oportunidades. Gracias a ella así fue», explica emocionada.

Equipo de voluntarios de Cáritas de La Pañoleta (Camas) / Clara Fajardo

Una decisión que se convirtió en la primera experiencia machista de María Jesús. Proveniente de Santoyo, un pueblo pequeño de Palencia, tanto su madre, como su hermana y ella misma recibieron muchas críticas de los vecinos del lugar por «no retener a las chicas ayudando en las labores del hogar y mandar solo a los chicos a estudiar. Menos mal que mi madre, mi ejemplo a seguir, lo tuvo siempre muy claro».

La segunda vez que esta pedagoga retirada se topó con un machismo expreso fue con 27 años. Ya establecida en Sevilla, fue diana de «habladurías por parte de mujeres coetáneas que no entendían que teniendo un marido ingeniero tuviera que trabajar. Por entonces, la sociedad imponía que el éxito de una mujer era encontrar un hombre rico que la mantuviese. Jamás se me pasó por la cabeza algo así. Y, de nuevo, menos mal».

«Más Angelas Merkel y menos Putins»

Sobrecogida por lo que está ocurriendo con Ucrania, María Jesús Trigueros, directora de Cáritas de la Pañoleta, sostiene que el siguiente escalón, tras alcanzar la libertad de la mujer, «es ocupar puestos de toma de decisiones, tanto en el terreno privado, como en el público». «Pocas, pero eficientes. Solo hay que hacer balance del papel de Angela Merkel, Ursula von der Leyen o la presidenta de Nueva Zelanda. Somos muy capaces. Tenemos una enorme capacidad de empatía con el otro, quizás por poder dar vida y ser madres. No lo sé, pero con más Ángelas Merkel y diciendo adiós a los Putins nos iría mejor».

«A mi generación le tocó batallar el derecho a la educación y la formación. En mi promoción de universidad solo el 20% era mujer. Eso en Pedagogía que era una rama, teóricamente propia de féminas. En Ingeniería Naval, en el año 67 solo había una única mujer en toda esa promoción y lo recuerdo a la perfección porque vivía en mi colegio mayor».

«Mi CV laboral se paró hasta que mis hijos tuvieron 14 años»

En el terreno de la conciliación, María Jesús reconoce que ahora, aunque siguen quedando objetivos por cumplir «la cosa pinta mejor». En casa, la que realizaba las tareas domésticas siempre fue ella, aunque «contaba con ayuda de empleadas del hogar para poder seguir trabajando».

Eso sí, subraya «mi formación continua se redujo notablemente porque los congresos y cursos se pararon por unos años. Mi elección fue pasar más tiempo en casa con mis hijos hasta que tuvieron catorce años. No me arrepiento, pero comprendo que no es el ideal en estos tiempos que corren». «En aquel momento, mi marido era el que concentraba los esfuerzos sin parar de trabajar más de diez horas al día y era la tónica habitual».

Por entonces, según María Jesús, que la mujer asumiera prácticamente el cuidado de los hijos por completo y de la casa era «relativamente normal». Sin embargo, recuerda que su hijo llegó un día del colegio preocupadísimo porque en una encuesta que habían realizado al alumnado se les había preguntado por el reparto de responsabilidades. «Todavía me río cuando me contó que menos mal que al final de la lista había una opción que era ‘sacar la basura’ y pudo marcarla a favor de su padre».

Como madre, María Jesús ha intentado inculcar a sus hijos el «respeto que debe reinar en cualquier relación por el mero hecho de ser persona, seamos hombres o mujeres». Ahora además, desea para su nieta de seis meses que «nada en el mundo limite su proyección vital. Que nada ni nadie le corte las alas y desarrolle todo lo que desee en la vida».

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