Dolmen de la Pastora. Valencina de la Concepción.

Un estudio del miembro del Departamento de Prehistoria de la Universidad de Sevilla Leonardo García Sanjuán y del investigador de la universidad estadounidense de Northwestern Timothy Earle interpreta el gran asentamiento humano de la Edad del Cobre de los actuales términos municipales de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, como una centro «ideológico y religioso» probablemente monumentalizado con un «santuario»; que funcionaba como un «lugar central» y polo de «atracción» de población no local y mercancía foránea.

El contenido de este trabajo, titulado «Valencina: una entidad política de la Edad del Cobre», ha sido planteado en buena medida por el investigador de la Universidad hispalense Leonardo García Sanjuán, del Grupo Atlas de estudios en Prehistoria Reciente y con una trayectoria estrechamente ligada a este enclave; en la jornada científica celebrada el pasado mes de abril en la casa de la cultura de Valencina, sobre el gran yacimiento de la Edad del Cobre que acogen los términos municipales de dicha localidad y Castilleja de Guzmán, con más de 779 hectáreas protegidas como zona arqueológica.

Su intervención se centró, en concreto, en el marco de interpretación o análisis del conjunto de este mega sitio calcolítico, cuyo arco cronológico abarca aproximadamente entre los años 3200 y 2300 antes de nuestra era (a.n.e.).

Sobre todo porque según ha manifestado García Sanjuán en una entrevista con Europa Press, aunque en los últimos años las investigaciones científicas han deparado «muchísimos avances», como el correspondiente a la «Señora del Marfil», —el estudio del Grupo Atlas que atribuye a una mujer los restos óseos de una tumba con un riquísimo ajuar funerario ubicada junto al ‘tholos’ de Montelirio, enclavado en este gran yacimiento y descubierto en 1998—; por la «complejidad», envergadura y multitud de elementos que atesora este sitio, «todavía no existe un consenso entre los equipos de investigación y los especialistas sobre qué tipo de sitio era» allá en la Edad del Cobre.

Y es que este gran yacimiento calcolítico comprende como máximos exponentes los ‘tholos’ de La Pastora, Matarrubilla y Montelirio; un ingente número de estructuras funerarias de menor envergadura, grandes zanjas quizá trazadas como recintos, vestigios arquitectónicos no funerarios y, asociada a tales construcciones; una gran cantidad de objetos «exóticos» y de artesanía singular como piezas de marfil de elefante tanto africano como asiático, ámbar procedente de Sicilia, oro, variscita o cristal de roca, entre otros materiales singulares.

La presencia de estos objetos de materiales ajenos al entorno territorial inmediato de este asentamiento y la gran «calidad» de estas producciones artesanales, como destaca García Sanjuán, refleja claramente la «enorme conectividad» de este enclave con otras regiones de la Península e incluso «de fuera» de la misma, como el norte de África o el Mediterráneo central, en la Edad del Cobre.

Aunque no cabe duda de que con sus aproximadamente 450 hectáreas de extensión este asentamiento habría sido uno de los principales enclaves de la Edad del Cobre peninsular; el profesor García Sanjuán explica que sigue abierto el debate científico en torno a su función concreta; es decir si «como espacio de actividad humana era un poblado o aldea habitada de forma permanente; o era eso y además un lugar de encuentro o congregación» de las comunidades calcolíticas.

Valencina como «entidad política, religiosa y económica»

«Entre estos dos polos oscilan las distintas interpretaciones», indica Leonardo García Sanjuán, quien junto con Timothy Earle propone que este gran asentamiento era la columna vertebral de «una entidad política, religiosa y económica» que «centralizaba importantes inversiones de trabajo» destinadas a construir monumentos, lo que se financiaba con la producción básica de cereales, animales y riquezas; o los tráficos por vía acuática implicando la exportación e importación extra territorial y la circulación de objetos y materiales especiales a larga distancia.

Igualmente, según figura en el estudio, este enclave habría funcionado como un lugar central de importancia «ideológica y religiosa probablemente centrada en un afamado santuario o templo que atraía a personas» de territorios lejanos. «Hacia el final» de su periodo, en torno al año 2300 antes de nuestra era, según destacan estos investigadores en su trabajo, «Valencina era un lugar central», un polo de «atracción» de población no local y mercancía foránea.

«De alguna manera, este lugar central era como otros conocidos en Europa» en el tercer milenio a.n.e., como Stonehenge-Avebury (Inglaterra), Newgrange (Irlanda) o Antequera», plantean García Sanjuán y Timothy Earle en su estudio, precisando que «sin embargo», el asentamiento calcolítico de la actual Valencina «desarrolló una fuerte personalidad», vista la «amplitud y profundidad de su cultura material» y la escala de las interactuaciones implícitas en este espacio; así como «las formas de liderazgo que emergieron» en su contexto, no detectadas en ninguno de los otros lugares centrales del calcolítico europeo, en alusión a las mujeres.

Porque además del caso de la «Señora del Marfil», en el ‘tholos’ de Montelirio sólo han sido identificados restos óseos de mujeres y además ataviadas con ricas indumentarias hechas con millares de cuentas perforadas labradas en conchas marinas.

En este contexto, García Sanjuán ha apostado por «ir más allá de la dicotomía» relativa al papel o no de este enclave como poblado, porque aunque es «posible e incluso probable» que acogiese la presencia «permanente» de habitantes, de momento no han sido localizadas en el mismo «evidencias sólidas» que sostengan tal extremo «de manera contundente».

Y es que si bien han sido descubiertos vestigios de cabañas ligeras y pequeñas, no han sido halladas estructuras habitacionales «pensadas para ser ocupadas de forma intergeneracional» ni «molinos completos, que son unos elementos muy característicos de los poblados neolíticos y calcolíticos», según García Sanjuán.

«Lugar central» con liderazgo femenino

En palabras de este investigador, Valencia habría sido «un lugar central monumentalizado que actuaba como foco de referencia para multitud de comunidades más pequeñas que habitaban en el bajo Guadalquivir y otras regiones aledañas, no como una ciudad, sino como un lugar de encuentro donde, periódicamente, se reunían miles de personas para satisfacer múltiples necesidades como el intercambio de materiales, el arreglo de matrimonios, la organización de la política y sobre todo, la construcción de monumentos»; con el valor añadido de que hay pruebas «consistentes» de que «las posiciones más elevadas de liderazgo las ocuparon mujeres».

«Esta estructura política no se basaba en posiciones o cargos heredados o adscritos por familia o linaje, sino que eran obtenidos en base al mérito, el carisma personal y los conocimientos, en parte esotéricos, que estas mujeres tenían, como líderes políticas y religiosas a la vez», explica este investigador.

Así, según plantean Leonardo García Sanjuán y Timothy Earle, el avance de las investigaciones científicas en el mega yacimiento de Valencina y Castilleja de Guzmán «ha abierto una nueva ventana para comprender la temprana complejidad social en la Edad del Cobre» en la península Ibérica «y en otros lugares de Europa». El caso de este gran asentamiento, según destacan, «puede ayudar a entender los procesos que conducen a la complejidad social temprana, pero no a la formación de los estados».

En otras palabras, «Valencina puede servir como un caso para comprender la interacción entre intensificación económica, lugares centrales, demografía, congregaciones, especialización artesanal, monumentalidad, formación de élites y desigualdad social dentro de las sociedades complejas pre estatales

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