La barca de Coria del Río en la ribera del Guadalquivir.
La barca de Coria del Río en la ribera del Guadalquivir.




El coronavirus deja rastro en las personas que superan la enfermedad: en forma de anticuerpos y, en ocasiones, con un estigma social difícil de gestionar.

Así lo ha sufrido un matrimonio de Coria del Río, 59 años él y 56 años ella, quienes prefieren guardar sus nombres en el anonimato. Ambos superaron la Covid-19 en una cuarentena de 21 días sin síntomas más que algo de tos: «Él es una persona de riesgo y ha sufrido seis infartos, y yo trabajo con personas mayores. Hicimos una cuarentena más larga de la necesaria. Yo incluso le pedí al sanitario que me pusiera por escrito que había superado el coronavirus y que la PCR había sido negativa».




«Mi miedo no era contagiarme, sino contagiar», explica ella, y por esta razón trasladó a todo su vecindario que habían contraído el virus para que, advertidos, consideraran hacerse las pruebas. «Nuestros vecinos se portaron de forma increíble. Venían a la ventana y nos traían el pan, nos hacían la compra. Y el primer día que salimos casi nos montan una fiesta».

Pero el estigma social afloró cuando él salió a pasear. Mascarilla en nariz y boca se adentró en una barriada colindante a la suya. De repente, la mujer de un matrimonio al que normalmente saludaban con cordialidad, empezó a increparle: «¡¿Tú que haces por aquí?!» Le gritaban. El marido salió a continuación con un bastón en la mano y corrió a amenazarle con golpearle. Un hijo se sumó al ataque gritándole que «le pegaría dos hostias» si no se iba de allí.

Ante tal escándalo los vecinos salieron y, para sorpresa del increpado, se sumaron a las exigencias de este matrimonio. Fue definitivo para decidir abandonar el lugar. «Cuando llegó a casa tenía mucha rabia y le ha afectado bastante. Ese día no comió en todo el día», relata su mujer.




La falta de información sobre la enfermedad genera este tipo de situaciones tan desagradables. «Hay muchas cosas que no se saben, y entiendo que se tenga miedo. Pero si tienes miedo guardas la distancia o te apartas, pero no increpas a la gente».

«Ahora entiendo por qué la gente no cuenta que se ha contagiado», explica esta vecina de Coria del Río, que pese a esta mala experiencia sigue convencida que «hay que contarlo, porque igual te olvidas de un familiar o amigo cuando hablas con el rastreador y esa persona se tiene que hacer las pruebas».

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