La Torre de Don Fadrique, en Albaida, fue una importante defensa cristiana.




Hace unos ochocientos años el Aljarafe era muy distinto al actual.  La huella musulmana, que pasa desapercibida pero se resiste a desaparecer, permanece en leyendas y vocablos. 

Ahora un grupo de arquitectos e historiadores recuerda en Twitter un proceso que moldeó la toponimia y distribución de los núcleos de población del Aljarafe. La cuenta de Twitter @indografista, que publica contenidos en los que la Historia, la arquitectura, el diseño o la Lingüística se mezclan, publicó recientemente un hilo al respecto. Hemos buceado en su relato y el de otras fuentes para componer un retazo de una comarca entonces fronteriza.

A la conquista de Sevilla, comienza el hilo, siguió inevitablemente el proceso de anexión de núcleos y poblaciones. Es lo que se conoce como el Repartimiento, que tuvo lugar en 1253, una operación con la que los terrenos de Sevilla pasaban a manos cristianas tras la rendición de la ciudad el 23 de noviembre de 1248. Sevilla se convertiría entonces, por su emplazamiento y cercanía a otros feudos moros, en un importante enclave fronterizo. 

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La conquista había sido dura. Entonces, relata una guía de la Mancomunidad del Aljarafe sobre la época musulmana de la comarca, Fernando III de Castilla, apodado «el Santo», ordenó que las huestes cristianas montaran campamento en los campos de Tablada. A su mandato, Don Pelayo, gran Maestre de Santiago, instaló su cuartel general entre Coria del Río y San Juan de Aznalfarache. Los árabes dieron batalla hasta el último momento, pues según recogen las fuentes «los moros del castillo de Triana y los de Aznalfarache dieron mucho que hacer a los cristianos». 

Pese a que fue «el Santo» quien comandó la reconquista de la capital hispalense, este reparto no sucedió hasta el año siguiente a su muerte en 1252, cuando su hijo Alfonso X el Sabio, tras hacerse con el reino de Tejada, impulsó el proceso. Tejada, recuerdan los autores del hilo, era solo una de las cuatro grandes villas amuralladas del Aljarafe, junto con las de Aznalfarache, Sanlúcar y Aznalcázar. Por lo demás, la zona estaba salpicada de explotaciones y viviendas esparcidas y dedicadas al campo, las alquerías. 




En esta misma época, como consta en los registros del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico, se erige la Torre de don Fadrique, obra defensiva situada en Albaida del Aljarafe y cuya construcción mandó el Infante Don Fadrique, como consta en la inscripción de la entrada. Esta torre, conocida también como Torre Mocha, es una de las más importantes vigías de la zona, y supuso un refuerzo considerable para las fuerzas cristianas. 

La llegada de los cristianos reconfiguraría la demografía. Volviendo al hilo de los «indografistas», estas alquerías y pequeños núcleos desaparecerían entre los siglos XIII y XVI, puesto que la población emigraría a la capital y los actuales municipios de la comarca. También surgió el modelo de la hacienda o el cortijo, propiciando el advenimiento de una explotación más latifundista del territorio. 




Los arquitectos también hacen mención a los cambios toponímicos que como parte del dominio cultural instauraron los cristianos, sin demasiado éxito. Alfonso X renombró «más de la mitad» de las poblaciones árabes, haciendo referencia a los nuevos propietarios, sin que sin embargo estos cambios tuvieran demasiado éxito y perdurasen en el tiempo. 

La toponimia recoge, con todo, conceptos de la época. Es el caso, recuerdan los arquitectos, de «borg» («cortijo») o «gecirat» («isla»). Otros mantuvieron sus raíces grecolatinas, como Mairena. Además, la propia huella de los cristianos permite aún hoy encontrar en los campos del Aljarafe ecos de geografías distantes: recordando la presencia navarra en la repoblación de la comarca durante el siglo XIII, el historiador medievalista Javier Zabalo Zabalegui hace referencia a la Ermita de Roncesvalles, en Bollullos de la Mitación. 

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