Tribunal Supremo ubicado en el distrito Justicia de Madrid.
Tribunal Supremo ubicado en el distrito Justicia de Madrid.

El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de prisión permanente revisable al asesino de Ana María por un delito de asesinato y ocho años de prisión por un delito contra la libertad sexual, perpetrados en marzo de 2017 en Pilas.

Enrique R.R. de 34 años asesinó con arma blanca a su víctima para evitar el descubrimiento de la violación que se produjo previamente. El cometido de acabar la vida de la víctima para ocultar otro delito agrava el homicidio y deriva en asesinato, y posteriormente se hiperagrava porque el delito ocultado era contra la libertad sexual.

«El acusado cosificó a su víctima, la convirtió en un instrumento para su inmediata satisfacción sexual y cuando constató que no podía culminar su propósito y que podía ser descubierto, decidió matarla«, explica así el presidente de la Sala, el magistrado Manuel Marchena, en su sentencia. Por esta razón, el asesinato cometido con vocación de impunidad, cuando es subsiguiente a un delito contra la libertad sexual, es castigado con la pena máxima en nuestro ordenamiento jurídico.

Este planteamiento ratifica la decisión del Tribunal Superior de Andalucía que fue recurrida por el condenado. Sin embargo, la sentencia del Supremo cuenta con el voto particular de dos magistrados: consideran que se castiga dos veces el mismo hecho, pues la finalidad autoencubridora se agrava en una primera ocasión elevando de homicidio a asesinato, y el encubrimiento se agrava una segunda vez al ser previa a un delito contra la libertad sexual, elevándose prisión permanente revisable. Este voto particular se posiciona por una pena con un máximo de cumplimiento de 25 años.

El relato de los hechos

Los hechos se produjeron sobre las 7:30 horas del día 12 de marzo de 2017 cuando Enrique, tras pasarse una noche en vela siguiendo a varias mujeres, se encontró con Ana María, de 50 años, quien se dirigía a una parcela de su propiedad ubicada a las afueras de Pilas.

El asesino abordó a la víctima en el Camino de Santillán «tapándole la boca fuertemente con una mano para que no pudiera gritar» mientras le daba «reiterados pinchazos» en el torso con un objeto punzante. La mujer fue conducida al interior de una parcela en una zona apartada de olivares.

Allí se produjo la violación que, ante las dificultades que tuvo el sujeto de «satisfacer su pulsión sexual» y de su «voluntad de penetración», asestó varias puñaladas en el cuello que provocaron la muerte de la víctima.

El asesino acudió al pueblo tras ocultar las pruebas y advirtió a los vecinos de que un grupo de personas de nacionalidad rumana habían violado y matado a una mujer y huyeron posteriormente de la zona en una furgoneta. Enrique contó que intentó salvar a la mujer y por ello recibió un golpe y estaba cubierto de sangre. Las contradicciones en el relato derivó en su detención y posterior encarcelamiento.

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