Vista aérea con recreación 3D de la finca de Gambogaz con la Cartuja de fondo.
Vista aérea con recreación 3D de la finca de Gambogaz con la Cartuja de fondo.

Fue escenario de hitos en la modernización agraria del campo sevillano. En sus olivares trabajó como peón un joven Curro Romero. Y fue, según sostuvo la versión oficial, un «regalo» de Sevilla. Durante más de 80 años los Queipo de Llano han ostentado la propiedad del cortijo de Gambogaz, una finca de más de 500 hectáreas situada en en el término municipal de Camas.

Las asociaciones memorialistas llevan tiempo apelando a la Ley de Memoria Histórica para investigar su cambio de propiedad. Con el precedente del Pazo de Meirás — el pasado septiembre una sentencia de un juzgado coruñés obligaba a la familia Franco a devolver el pazo, al considerar que era patrimonio nacional—, se quiere dar un espaldarazo a sus reclamaciones.

Los terrenos de Gambogaz están situados a orillas del Guadalquivir, separados solo por el río de la Isla de la Cartuja, donde hace casi tres décadas, con la Expo 92, Sevilla empezó a creerse la ciudad moderna que antes solo soñaba. Hoy, a espaldas de todo ello, un cortijo languidece. Buena parte del mismo se encuentra en estado de abandono, aparentemente ajeno a la disputa que lo rodea.

Porque Gambogaz vuelve a estar de actualidad. Hay quien ve en Meirás el precedente perfecto para dar el espaldarazo necesario a las reclamaciones memorialistas, representadas en la reciente Plataforma Gambogaz, sobre el cortijo. Actualmente el caserío figura como sede de la Fundación Pro-Infancia Queipo de Llano, cuya misión oficial es «amparar y proteger a la infancia desvalida», sin que se le conozca sin embargo una actividad continuada reciente. ElDiario.es Andalucía reveló que las cuentas de la fundación habían permanecido sin grandes actividades hasta 2013.

La razón judicial que acabó con la devolución de Meirás pasa por considerar que la Junta pro Pazo del Caudillo cedió a Franco en calidad de jefe del estado, no a título personal. Un acta notarial de 1938 fue clave para apuntalar la versión de que la compra había sido fraudulenta, como sostenía la Abogacía del Estado. ¿Sería viable un recorrido legal para Gambogaz, en ausencia de las escrituras mismas? El meollo de la cuestión está en los documentos que recogerían el supuesto traspaso, de los que hasta ahora nada se sabe. En 2019, ABC de Sevilla publicaba que la finca seguía teniendo por titular a los antiguos terratenientes, la familia Vázquez Gutiérrez, sin que los Queipo de Llano procedieran a la inmatriculación.

La versión impulsada por su antepasado es que los terrenos fueron regalados por el Ayuntamiento sevillano «por suscripción popular», en fervoroso agradecimiento por librar a la ciudad del «dominio rojo». Pero algunos investigadores cuestionan abiertamente la idea de una colecta popular: a su juicio, ni siquiera las deducciones en la nómina a los funcionarios del Ayuntamiento, indicio de un intento por obtener liquidez, habrían bastado para comprar semejante enclave.




Y es que, en realidad, se desconoce por qué procedimiento pasó Gambogaz a manos del golpista, figura clave de la feroz represión vivida en Andalucía durante la guerra. Los investigadores no han conseguido encontrar los documentos de compraventa. Ello complica las cosas: si bien esta ausencia de documentos puede justificar las dudas sobre el proceso, las administraciones tampoco pueden reclamar para sí un edificio que no fue público. A finales de 2018 el Ayuntamiento de Camas, sin embargo, dio pasos para investigar el paradero de tales documentos e incluso anunció que abría expediente para inscribirlo como Lugar de Memoria Democrática.

Cuestiones de titularidad aparte, los colectivos memorialistas piden que la zona sea declarada «lugar de la memoria», debido a que consideran probado con testimonios orales que se empleó a presos políticos en trabajos forzados para explotar la tierra. Se trataría de un uso distinto al que el general, que moriría en 1951 tras caer en desgracia en el falangismo, había anunciado. Es la otra versión: aseguró en ABC en 1937 que el cortijo no se había «reservado» para que él viviera de sus rentas, sino para «obrar en él la labor agraria, sirviendo de base a la labor futura del Gobierno». Sus réditos serían repartidos «entre aquellos obreros que más se hayan distinguido en el trabajo o que más hayan sufrido por la patria». A tal efecto surgió la Fundación Agraria Queipo de Llano, pero no ocurrió así.

El 16 de julio de 1976 el naciente diario El País publicaba una carta al director de uno de los hijos, que defendía que a su regreso de Italia el militar pudo «resolver el problema» sobre la «inviabilidad de las tierras adquiridas para el cumplimiento del fin fundacional», y por ello solicitó con éxito «cambiar la finca por numerario», con el que compró otros terrenos. La «falta de cooperación de los beneficiarios a los fines fundacionales determinó el cambio del fin social que, en la actualidad, es socorrer a la infancia desvalida», defiende la carta, en alusión a la actual Fundación pro Infancia Queipo de Llano.




Tras años de abandono, varias informaciones apuntan a que la familia del golpista llevaría tiempo interesada en vender la finca. Así las cosas, las asociaciones, ahora apoyadas por los descendientes de Vázquez Gutiérrez, los propietarios antes de la posible usurpación, piden la implicación de las instituciones para esclarecer el traspaso y explorar si con la legislación vigente es posible recuperarla tras el precedente gallego.

Gambogaz, historia del campo andaluz

Como Meirás, Gambogaz posee también un valor que va mucho más allá de su estatus como símbolo memorialista. La torre del cortijo, de estilo gótico-mudéjar, está inscrita como Bien de Interés Cultural, y su historia es la del desarrollo de algunas de las más importantes y revolucionarias innovaciones agrarias del siglo pasado. Un estudio inventario editado por la Consejería de Fomento y Vivienda en 2009 sitúa a la explotación como una de las más representativas del campo andaluz y repasa por cuántas manos pasó, desde sus tiempos de alquería musulmana, al Cabildo catedralicio y su anexión por parte de los cartujos hasta la desamortización.

A mediados del siglo XIX la finca recaería en los Vázquez, la familia que la explotaría desde entonces hasta el estallido de la guerra. Ignacio Vázquez Gutiérrez, personaje clave de la sociedad sevillana que acuñaría con Gambogaz un nuevo tipo de terrateniente, era ya entonces un próspero abogado y político que incluso desde la alcaldía de Sevilla resistió el embiste de los carlistas y como latifundista alumbró algunos de los avances más trascendentes en la explotación agrícola, según explica el Real Círculo de Labradores, del que fue también presidente. Rompiendo con la figura tradicional del rentista, Vázquez Gutiérrez se interesó por la mecanización de los cultivos por parte de la maquinaria desarrollada en Inglaterra, e incluso llegó a plantearse crear una Escuela de Agricultura en la finca.

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1 comentario

  1. Dímelo A mi que cuando yo era chaval estábamos ahí por el caminito de entrada con la escopeta de aire comprimido y salió el viejo con la pistola en la mano para que nos fuéramos de ayi

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