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La Consejería de Turismo y Cultura ha encargado al arqueólogo Alejandro Jiménez Hernández, quien encabeza la investigación gracias a la cual fueron detectados indicios de vestigios arquitectónicos de lo que habría sido el circo de la antigua ciudad romana de Itálica, cuna del emperador Trajano y al menos de la familia de Adriano y cuyas ruinas descansan en Santiponce (Sevilla); la «actividad arqueológica puntual» prevista para profundizar en dicho descubrimiento.
En concreto, a finales del pasado mes de noviembre la Consejería adjudicaba al citado arqueólogo un contrato menor para la «actividad arqueológica puntual» de «sondeos geotécnicos en el posible emplazamiento del circo de Itálica y el análisis de resultados», según lo anunciado cuando trascendió la detección de los citados indicios.
Recientemente, Alejandro Jiménez Hernández, doctor en Geografía e Historia en la especialidad de Prehistoria y Arqueología por la Universidad Hispalense, exponía en declaraciones a Europa Press que este avance en la investigación de Itálica, un recinto arqueológico que aspira a la declaración de Patrimonio Mundial como exponente de la arquitectura y el urbanismo en la etapa del emperador Adriano, con raíces familiares en dicha población, deriva de un proyecto científico destinado al estudio científico de los anfiteatros de las antiguas ciudades romanas de Carmo (Carmona), Itálica y Astigi (Écija).
El proyecto de investigación, según explicaba, incluía además trabajos dirigidos a «completar» la información cosechada respecto a los restos del circo de la antigua Astigi y «comprobar la hipótesis» planteada respecto a que Itálica hubiese contado con un circo.
En ese sentido, recordemos que en 2022, con motivo de la propuesta de esta investigación, Jiménez Hernández razonaba que no cuadraba que se hubiese diseñado una ciudad de nueva planta como el sector adrianeo de Itálica, caracterizado por edificios públicos de gran envergadura como su anfiteatro, con capacidad para unos 30.000 espectadores y que habría sido «no sólo el más grande de la Península Ibérica», sino «el mayor» edificio de este tipo fuera de la Península Itálica»; sin dotar de un circo al nuevo asentamiento.
El estudio geofísico
En ese marco, los trabajos acometidos en el entorno de Itálica a la búsqueda de los vestigios de su circo consistieron en once perfiles con georradar y otros cinco con tomografía de resistividad eléctrica, exponiendo este arqueólogo que «normalmente es complicado demostrar nada» con los resultados de un estudio geofísico, pues los mismos pueden ser «interpretados de diferentes maneras».
Pero en este caso, «la cimentación de este edificio (del circo) es de tal envergadura», que ha sido directamente detectado mediante tales trabajos de georradar y de tomografía de resistividad eléctrica, lo que le llevaba a destacar el uso de «dos sistemas diferentes» de sondeo al objeto de cotejar los resultados.
«En todos los perfiles que hicimos, hemos detectado la estructura del circo en diez de ellos, con una idea clara de sus formas y de su estado de conservación», enfatizaba, precisando que los resultados arrojan que esta infraestructura estaría ubicada entre el teatro romano de Itálica, instalado en la ladera del Cerro de San Antonio y correspondiente a la trama urbana italicense previa a la ampliación urbanística promovida por Adriano; y el entorno que actualmente ocupa el popular Ventorrillo Canario y sus inmuebles adyacentes.
«Todos los indicios apuntaban allí y ahora la geofísica ha acabado de demostrarlo», manifestaba el arqueólogo responsable de este proyecto de investigación, reconociendo que los restos del circo de Itálica reposarían en el subsuelo de una zona actualmente poblada de viviendas y otras edificaciones, pero explicando que gran parte del patrimonio histórico yace «bajo ciudades actualmente habitadas» y «lo importante es tener la información (sobre los restos) y poder representarlos, porque hay maneras para hacer ver a la gente cómo eran» esos edificios.
La investigación continua
A tal efecto, según precisaba entonces, su equipo estaba ya redactando un proyecto de actuación arqueológica puntual con la finalidad de precisar al máximo las conclusiones del estudio geofísico y avanzar en el conocimiento del citado recinto italicense, un proyecto que correspondería con la actuación ahora encargada para proseguir con esta investigación.
En cualquier caso, en un marco en el que los resultados del mencionado estudio inicial arrojaban que el circo de la antigua Itálica se habría extendido en una superficie de más de ocho hectáreas, con una longitud máxima de 532 metros, una anchura de entre 140 y 155 metros y capacidad para unos 80.000 espectadores; Alejandro Jiménez aseguraba que se trataría de un recinto «excepcional, con diferencia el mayor circo de toda la Península Ibérica y uno de los mayores del Imperio, sólo un escalón por debajo del Circo Máximo de Roma».